Un nuevo encuentro de Najaal me llena de ilusión, como siempre con muchas novedades esperándonos. La más importante: el momento en el que nos encontramos, en plena campaña de crowdfunding. Una de las cosas que más me rondaba la cabeza era la oportunidad de grabar algo juntos para mandar a nuestros mecenas, junto con un enorme agradecimiento.
Pero según llegamos a PACA (Proyectos Artísticos Casa Antonino), también una experiencia nueva como primera “residencia oficial” de Najaal, me enamoró el espacio y sus habitantes. Una casa de principios del s.XX restaurada de la mano de Giovanni, restaurador y especialista en frescos, y Virginia, pintora y artista plástica, con más de cinco años de duro trabajo hasta tenerla lista, brilla ahora para acoger artistas y proyectos de toda índole. Esta casa (que bien podría denominarse una obra de arte en sí misma) nos da todas las facilidades durante una semana para poder centrarnos única y exclusivamente en nuestro trabajo (esta vez en plural, trabajos muy diversos). La guinda del pastel está subida sobre cuatro pilares con sus respectivas “muelas”: un auténtico hórreo asturianu será nuestro lugar de ensayo y creación.
Además, me encanta el propósito del proyecto, que busca siempre crear redes, vincular a los artistas con el lugar y viceversa... Me recuerda a nosotros mismos.
Virginia, “la jefa”, parece desde el principio también una experta en improvisación. El plan inicial de concierto en el hórreo es sustituido tras una breve llamada por un concierto en la iglesia del pueblo donde podrá acudir mucha más gente y donde, además, Najaal encontrará nuevos retos de “entornos en los que zambullirse”. Sin duda la experiencia fue única, así como el repertorio, claro. El público, casi todos ya preparados con una misa que les dejo “en paz” antes de empezar, disfrutaron las propuestas instrumentales y los ambientes creados. Una sorpresa a mitad de concierto fue Fernando Oyagüez, que estuvo interactuando con Najaal lanzando grabaciones en cuadrafonía para traer a la cita historias del pueblo de Cenero y sus gentes que se mezclaron con la música. En última instancia, como un eco proveniente de los cielos, hizo su aparición Javier Vázquez, desde el coro de la iglesia, con saxo, voz e interacción con el propio espacio, para de nuevo traer al público a esta experiencia llena de reflejos de sus propias memorias. “Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero este viento me trae un mensaje”, dijo una voz espontánea durante el concierto.
Otra de las citas importantes de este encuentro fue con nuestro gran amigo y compositor Javier Vázquez. Y tengo especial interés en compartir lo ocurrido, ya que no siempre la vida trae lo que uno esperaba. Parte del encuentro estaba dedicado a comenzar un proyecto con él que vería la luz en septiembre de 2022. Sin embargo tras las primeras interacciones nos dimos cuenta de que aquello no era lo que habíamos imaginado y que la energía se bloqueaba con facilidad. Dadas las dificultades y pequeñas frustraciones del momento decidimos parar el tren a tiempo, antes de invertir en él más energía y causar más choques. Encontrar este “no” no fue algo fácil. Personalmente tenía mucho entusiasmo, relaciones personales de por medio y veía voluntad por todas las partes. Pero algo en mí se relajó cuando pude reconocerlo y expresarlo. Y comenzó a resonar. Entre miradas de reconocimiento mutuo pudimos ver que este no era el momento para una colaboración así. En una exagerada comparación recordaba las palabras de Harari: “¿Cuántos batallas dejaron miles de muertos solo por intentar que la muerte de los anteriores no fuera en vano?”, y nos volvíamos a reír dejando escapar alguna lágrima dulce.
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